El Jefe del Departamento de Oncología Genito-Urinaria del Instituto Alexander Fleming arroja luz sobre la problemática y la forma de combatirla.
A pesar de resultar altamente prevenible, la enfermedad que afecta principalmente a las mujeres a partir de los 35 años sigue alcanzando en nuestro país índices preocupantes.
El cáncer cervicouterino no sólo afecta a miles de mujeres sino que es, a su vez, un factor que intensifica la pobreza y la vulnerabilidad social
El cáncer cervicouterino (el segundo con mayor incidencia entre las mujeres de nuestro país por detrás del cáncer de mamas) es una enfermedad que se produce cuando las células comienzan a sufrir transformaciones o alteraciones conocidas como “lesiones”. Este tipo de cáncer es causado por el Virus de Papiloma Humano (VPH), muy frecuente entre las personas y que se transmite por contacto sexual. En la mayoría de los casos, el virus desaparece solo sin causar ninguna manifestación o síntoma en el cuerpo. Sólo en una pequeña proporción de casos, alrededor del 5%, el virus se torna persistente pudiendo estas lesiones convertirse en cáncer.
Sin embargo, tener VPH no significa tener cáncer. Por un lado, no todos los serotipos de VPH se asocian a cáncer de cérvix, esta relación es prevalente con los serotipos 16 y 18. Sin embargo, aquellas mujeres con infección persistente tienen riego alto de presentar lesiones pre-neoplásicas y evolucionar hacia un carcinoma.
La prevención como herramienta fundamental
La prevención podría bajar ostensiblemente el número de afectados y casos mortales entre la población femenina. Con la enfermedad en desarrollo, existen síntomas que alertan: presencia de sangrado o dolor durante las relaciones sexuales, o la presencia de flujo fétido, pueden ser síntomas que se asocian a la presencia de cáncer en el cuello del útero.
Pero dado que en este tipo de cáncer la mayoría de los casos se asocian al Virus de Papiloma Humano, es clave evitar la infección viral, es decir, prevenirla a través de la vacunación. Esto equivale a evitar el desarrollo de la enfermedad y las muertes por esta causa.
El riesgo de infección por VPH existe desde el inicio de la actividad sexual, por eso, y necesariamente, la vacunación debe ser previa a la exposición al agente viral.
La Vacuna del VPH, representa una herramienta de vital importancia dado que previene la infección de estos virus que causan aproximadamente el 80% de los casos de cáncer de cuello de útero. La vacuna es gratuita y obligatoria en los hospitales y centros de salud públicos del país para las niñas de 11 años. “La efectividad de la vacuna es muy alta cuando la mujer no ha tenido contacto con el VPH. Brinda protección contra los tipos de VPH que producen la mayoría de los tumores de cuello de útero, los genotipos 16 y 18. Con la aplicación de la vacuna se espera reducir significativamente en el futuro la incidencia de lesiones precancerosas causadas por estos genotipos del virus”, sostiene el Dr. Gonzalo Giornelli, Jefe del Departamento de Oncología Genito-Urinaria del Instituto Alexander Fleming (MN 95788).
Para obtener una inmunidad adecuada, deben completarse las tres dosis en las cuales se administra. La segunda dosis debe aplicarse un mes después de la primera; mientras que, la tercera y última dosis, 6 meses posteriores a la primera aplicación.
Cabe destacar que la vacuna contra el HPV ya es también gratuita y obligatoria para varones de 11 años. Por resolución del Ministerio de Salud de la Nación, a partir de 2017 está disponible en vacunatorios y centros de salud públicos del país y deberá aplicarse bajo un esquema de dos dosis cada seis meses. El objetivo de la inclusión de los varones es avanzar en la disminución de la mortalidad de las mujeres por cáncer de cuello de útero y prevenir en los hombres otros tipos de afecciones y cánceres asociados a este virus.
En mujeres jóvenes-adultas, la realización del Test de Papanicolaou (conocido popularmente como PAP), así como el más reciente Test VPH, resultan la manera indicada para prevenir la enfermedad. En el caso de la mujeres mayores a 25 años, “se recomienda la realización del PAP con el objetivo de detectar de manera temprana lesiones precursoras de cáncer, que al ser tratadas no evolucionarían a cáncer de cuello”, afirma el doctor Giornelli.
“El test de HPV realizado en células anormales obtenidas a partir del PAP, permite detectar en estas células material genético que se asocia a los virus HPV de ‘alto riesgo’ de producir cáncer”, agrega el facultativo. Se recomienda una frecuencia de un PAP cada tres años, luego de dos con resultados negativos (normal) consecutivos.
El factor social: la desigualdad
Aun siendo una enfermedad casi completamente prevenible con conocimientos y tecnologías disponibles, se estima que en nuestro país cada año hay 4.000 nuevos casos de cáncer de cuello de útero y se producen 1.800 muertes por esta causa.
Los diagnósticos de situación sobre el cáncer de cuello de útero muestran que Argentina posee una gran desigualdad en la distribución de la mortalidad por este tipo de cáncer: 13 jurisdicciones cuentan con un porcentaje de mortalidad por encima del valor nacional. Las provincias con mayores tasas (Jujuy, Chaco, Misiones, Formosa y Salta) presentaron valores cuatro veces más altos que el de la jurisdicción con menor mortalidad (Ciudad de Buenos Aires). Las mujeres que residían en las regiones de Noroeste (NOA) y Noreste (NEA) fueron las que mayor probabilidad tenían de no haberse tamizado en los dos últimos años.
“El cáncer de cuello de útero es uno de los que más claramente refleja las inequidades sociales en una sociedad. Afecta principalmente a mujeres de bajo nivel socioeconómico, socialmente vulnerables y con bajo acceso a los servicios de salud”, considera el doctor Giornelli. La baja participación de las mujeres en los programas de prevención se relaciona con la existencia de barreras de acceso al sistema de salud; la falta de recursos económicos para cubrir el traslado; cuestiones culturales o de género, entre otras.
La enfermedad y muerte de estas mujeres tiene un impacto socio-económico (además de afectivo) enorme en las condiciones de vida de sus familias; ya que ocasiona la pérdida de empleo y de los ingresos, endeudamiento, caída bajo la línea de pobreza y ausentismo escolar de los niños del hogar. “En ese sentido, el cáncer cervicouterino no sólo afecta a las mujeres, sino que es, a su vez, un factor que intensifica la pobreza y la vulnerabilidad social”, finaliza Giornelli.