El cáncer es un conjunto de enfermedades caracterizadas por una doble falla: una alteración “real” en el control de la división celular, independizando a las células tumorales de los controles normales existentes en un organismo sano, y una alteración “potencial” en los mecanismos que controlan la ubicación témporo-espacial de las células dentro del organismo, generando la capacidad potencial de viajar a distancia del sitio u órgano de origen de la célula tumoral (metástasis).
¿Por qué hablamos de una alteración real y una alteración potencial?
Alteración real porque el descontrol de la multiplicación celular es el elemento primario o base del cáncer. Sin este descontrol no existiría la enfermedad. La segunda alteración es potencial porque muchos tumores son detectados cuando aún no han migrado o “viajado” fuera de su sitio de origen, por lo tanto es una manifestación que si bien puede producirse si se deja el tumor librado a su evolución natural, puede no estar presente aún en el momento de detección de un tumor. En la actualidad es posible afirmar que el cáncer es una enfermedad genética, esto es en el sentido que siempre es determinado por una o más mutaciones en genes (cambios en su composición) que regulan la división celular y la ubicación témporo-espacial de las células en el organismo. Los genes cuya mutación predispone al cáncer se denominan oncogenes y/o genes supresores. La gran mayoría de las mutaciones que determinan el cáncer se producen en las células somáticas (no están presentes en las células germinales, como los espermatozoides y óvulos). Esto significa que en más del 95 % de los cánceres no existe predisposición hereditaria.
Una vez que estas mutaciones se han producido, se produce lo que denominamos “efecto avalancha”: las mutaciones originales determinan nuevas mutaciones. Estas determinan mayor agresividad y capacidad de generar metástasis y, eventualmente, resistencia a los agentes quimioterápicos y el avance del tumor se potencia con el tiempo. Esto determina que, a pesar de los avances efectuados en el diagnóstico y tratamiento del cáncer, el problema continúa siendo serio.
¿Es posible evitar la aparición del cáncer?
En algunos casos sí, y en estos casos es aconsejable adoptar conductas preventivas como evitar fumar (dicho hábito está ligado con el cáncer de pulmón), evitar la exposición excesiva al sol (dicha exposición está ligada a la aparición del melanoma, un cáncer de piel sumamente agresivo). Sin embargo, en la mayoría de los tumores no resulta posible evitar su aparición. Por lo tanto, debemos construir “protectores de avalanchas”.
Los protectores de avalanchas naturales son los elementos del sistema inmunológico del cuerpo, es decir, “las defensas” (anticuerpos, glóbulos blancos). Existen actualmente evidencias que demuestran que, en una primera instancia, dichos elementos pueden eliminar tumores incipientes. Sin embargo, en muchos casos el tumor finalmente logra vencerlos y desarrollarse. La pregunta crucial es entonces: en una persona que “espontáneamente” no puede rechazar el tumor, ¿es posible inducir un rechazo al mismo?. Para ello se está trabajando desde hace varios años en el diseño de Vacunas Antitumorales.
En oncología, las vacunas ensayadas hasta ahora se denominan “terapéuticas”, ya que se utilizan una vez que la enfermedad se ha declarado, a diferencia de las “vacunas preventivas” utilizadas en enfermedades infecciosas y que sirven para “prevenir” una infección determinada. La reciente vacuna aprobada contra el virus del papiloma humano (HPV), que predispone al cáncer de cuello de útero, es, en cambio, un ejemplo de vacuna preventiva, ya que intenta evitar la aparición de dicho cáncer.
En nuestro laboratorio hemos comenzado hace ya 15 años con el estudio de vacunas terapéuticas en melanoma (un tipo de cáncer de piel). ¿Por qué? El melanoma tiene gran importancia médica en la actualidad ya que es el tumor cuya incidencia (aparición de nuevos casos) aumenta más rápidamente, calculándose que 1 de cada 67 niños que nacen lo padecerá en el curso de su vida. Es el cáncer más común entre los 15 y 44 años y sólo en nuestro país se detectan anualmente 5.000 nuevos casos.
Estos pacientes descansan especialmente en el diagnóstico precoz que se pueda hacer al respecto; luego, tienen menos opciones terapéuticas válidas. Además de factores de riesgo ambiental, como la exposición a la luz solar, existen características personales predisponentes de probable control genético, como el tipo de piel, la pigmentación, el número total de lunares (nevos) y la presencia de lunares atípicos (nevos displásicos). Es decir, existe una gran franja de la población con mayor susceptibilidad al desarrollo de melanoma ya sea por características de predisposición genética o por factores ambientales.
La detección precoz y extirpación quirúrgica son herramientas fundamentales en el tratamiento del melanoma y constituyen un factor determinante para que el aumento actual de la curva de mortalidad (cantidad de muertes por año) sea menor que el de la curva de incidencia (cantidad de nuevos casos por año). El melanoma cutáneo primario, es decir, el originado y detectado en la piel, es capaz de despertar una respuesta inmunológica como se infiere por la intensa reacción linfoide (linfocitos) que suele acompañar a dichas lesiones. En contraposición a esto, dicha capacidad se pierde en gran medida en las metástasis. Si consideramos los esquemas actuales de vacunación terapéutica donde se tratan pacientes con enfermedad declarada, el objetivo principal de ésta consiste en lograr en el período libre de enfermedad una inmunización eficaz del paciente generando una respuesta inmunológica de magnitud suficiente como para neutralizar el crecimiento y diseminación ulterior de las células de melanoma que pudieran haber producido metástasis.
¿Qué elementos o antígenos se utilizan para este tipo de vacunación?
Nuestro enfoque es que la utilización de un solo elemento (monoantígeno purificado) no parece ser suficiente ya que se posibilita la aparición de variantes de células tumorales resistentes que no expresan dicho antígeno. Parafraseando lo que ha sucedido con la quimioterapia donde la “poliquimioterapia” ha sido en general más eficaz que la “monoquimioterapia», en nuestro caso, la “poli-antigeno-vacunación” sería más eficaz que la “mono-antígeno-vacunación”. En tal caso, ¿qué mejor fuente de antígenos que la misma célula tumoral entera, una vez irradiada para suprimir su capacidad multiplicadora? En efecto, la utilización de células enteras “muestra” al sistema inmunológico una gran variedad de antígenos.
Nuestro grupo de investigación ha realizado numerosos Ensayos Clínicos de investigación sobre pacientes con melanoma utilizando estas vacunas con excelentes resultados y se está encarando actualmente la ejecución de un nuevo Ensayo Clínico en etapa más avanzada en el proceso de Investigación Clínica (Fase II/III) sobre 108 pacientes con melanoma que, de resultar exitoso, podría conducir a la aprobación de la vacuna como medicamento.
Dr. José Mordor
Director Centro de Investigaciones Oncológicas – FUCA
Instituto Alexander Fleming
www.alexanderfleming.org